sábado, 20 de octubre de 2007

Los 300 de Leónidas

" Entonces, pues, se fue a Termópilas
el rey Leonidas, habiendo escogido en Esparta 300
hombres de edad varonil y militar que ya tenían hijos.
[...]
CCIX. Al oír Jerges aquella relación, no podía
dar en lo que era realmente la cosa, sino prepararse
los Lacedemonios a vender la vida lo más caro que
pudiesen al enemigo. Y como tuviese lo que hacían
por sandez y singularidad, envió a llamar a Demarato,
el hijo de Ariston, que se hallaba en el campo;
y cuando lo tuvo en su presencia, le fue preguntando
cada cosa en particular, deseando Jerges entender
qué venia a ser lo que hacían los Lacedemonios.
Díjole Demarato: -«Señor, acerca de estos hombres
os informé antes la verdad cuando partimos contra
la Grecia. Vos hicisteis burla de mí al oírme decir lo
que yo preveía había de suceder. No tengo mayor
empeño que hablar verdad tratando con vos: oidla
ahora también de mi boca: Sabéis que han venido
esos hombres a disputarnos la entrada con las armas
en la mano, y que a esto se disponen; pues este es
uso suyo, y así lo practican, peinarse muy bien y engalanarse,
cuando están para ponerse a peligro de
perecer. Tened por seguro que si vencéis a estas tropas
y a las que han quedado en Esparta, no habrá,
señor, ninguna otra nación que se atreva a levantar
las manos contra vos; pero reparad bien ahora que
vais contra la capital misma, contra la ciudad más
brava de toda la Grecia, contra los más esforzados
campeones de todos los Griegos.»

[...]

Entran, pues, los Inmortales
a medir sus fuerzas con los Griegos, y no
con mejor fortuna que la tropa de los Medos, antes
con la misma pérdida que ellos, porque se veían
precisados a pelear en un paso angosto, y con unas
lanzas más cortas que las que usaban los Griegos,
no sirviéndoles de nada su misma muchedumbre.
Hacían allí los Lacedemonios prodigios de valor,
mostrándose en todo guerreros peritos y veteranos
en medio de unos enemigos mal disciplinados y bisoños,
y muy particularmente cuando al volver las
espaldas lo hacían bien formados y con mucha ligereza.
Al verlos huir los bárbaros en sus retiradas,
daban tras ellos con mucho alboroto y gritería; pero
al irles ya a los alcances, volvíanse los Griegos de
repente y haciéndoles frente bien ordenados, es increíble
cuánto enemigo Persa derribaban, si bien en
aquellos encuentros no dejaban de caer algunos pocos
Espartanos. Viendo los Persas que no podían
apoderarse de aquel paso, por más que lo intentaron
con sus brigadas divididas, y con sus fuerzas juntas,
desistieron al cabo de la empresa.

[...]

CCXV. Alegre Jerges sobremanera, luego que
tuvo por bien seguir el aviso y proyecto que Epialtes
le proponía, despachó al punto para que lo pusiese
por obra a Hidarnes con el cuerpo de tropas
que mandaba.

[...]

Íbanse acercando los bárbaros salidos del campo
de Jerges, y los Griegos conducidos por Leonidas,
como hombres que salían a encontrar con la muerte
misma, se adelantaron mucho más de lo que antes
hacían, hasta el sitio más dilatado de aquel estrecho,
no teniendo ya como antes guardadas las espaldas
con la fortificación de la muralla. Entonces, pues,
viniendo a las manos con el enemigo fuera de aquellas
angosturas los que peleaban en los días anteriores
contenidos dentro de ellas, era mayor la riza y
caían en más crecido número los bárbaros. A esto
contribuía no poco el que los oficiales de aquellas
compañías, puestos a las espaldas de la tropa con el
látigo en la mano, obligaban a golpes a que avanzase
cada soldado, naciendo de aquí que muchos caídos
en la mar se ahogasen, y que muchos más, estrujados
y hollados los unos a los pies de los otros, quedasen
allí tendidos, sin curarse en nada del infeliz
que perecía. Y los Griegos, como los que sabían
haber de morir a manos de las tropas que bajaban
por aquel rodeo de los montes, hacían el último esfuerzo
de su brazo contra los bárbaros, despreciando
la vida y peleando desesperados.

[...]

CCXXIV. En el calor del choque, rotas las lanzas
de la mayor parte de los combatientes Espartanos,
iban con la espada desnuda haciendo carnicería en
los Persas. En esta refriega cae Leonidas peleando
como varón esforzado, y con él juntamente muchos
otros famosos Espartanos, y muchos que no eran
tan celebrados, de cuyos nombres como de valientes
campeones procuré informarme, y asimismo del
nombre particular de todos los trescientos."

Heródoto, Los nueve libros de Historia, tomo VII







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