La democracia española está experimentando
una transición que debe llevar a término la propia que se aplica a la sociedad que
emergió del fin de la dictadura franquista. Lo que ab ovo la crisis y la corrupción han puesto de manifiesto no es el
fin a contrario hacia el que debe
apuntar este punto de inflexión sino que más bien se muestran como
catalizadores de un proceso que debe llevarnos de la infancia a la madurez en
el manejo de las libertades.
Y viene al caso la ya clásica,
aunque discutida, distinción entre dos sentidos de la libertad que de Isaiah Berlin a Hannah Arendt articulan el trasfondo de la discusión política
contemporánea y son de especial relevancia para el caso español y para los
partidos políticos, casta o no, que permean el substrato del ágora ibérico. El
primer sentido sería el de la libertad negativa que es el propio de la
infancia democrática, donde queda patente la importancia de la salida de la
dictadura y la aspiración a no ser ni esclavos ni súbditos. Es quizás el mismo
sentido que sintieron inicialmente los atenienses al oponerse al imperialismo
persa, sentido que pronto se vio superado por el que debe caracterizar la
verdadera politicidad del ser humano: el “ir donde desee” (eleuthein hopos ero) o ser dueño de mi destino para construírmelo
como mejor pueda (eudaimonía). De la liberty
negativa a la freedom positiva, la sociedad española está sintiendo como
necesaria esta evolución que empieza a materializarse a partir de los
movimientos del 15-M y que implican la inherencia
de la participación ciudadana en los asuntos políticos que nunca puede
ser accidental como hasta ahora se ha mostrado.
Si hay crisis, lo es sobre todo democrática
por este mismo hecho, que para Arendt se plasmaba en tres puntos ciegos: la
reducción del ser humano a lo pasivo cuando lo que le caracteriza es la
iniciativa y la espontaneidad, la reducción del pensamiento a la eficiencia, a
lo material y a la utilidad cuando lo propio es la innovación, el
descubrimiento y la creatividad, y por último, la reducción de la ciudadanía al
ámbito de lo privado cuando de suyo es la base de lo público y lo externo (qué
obtuso parece ahora ese dictamen que caracterizaba la educación para la
ciudadanía como intromisión en lo privado, y prueba de lo que decía Hannah
Arendt). Libertad madura no puede ser otra cosa que participación política, y
si podemos ha eclosionado como lo ha hecho, es por haber sabido accorgersi de este olvido.
Breve doxografía
-
Isaiah
Berlin, Two Concepts of Liberty, 1958
-
Hannah
Arendt, Freedom and Politics, 1960
-
Kurt
Raaflaub, Zum Freiheitsbegriff der
Griechen, 1981
-
Hanna
Fenichel Pitkin, Are freedom and liberty
twins?, 1988
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