sábado, 27 de marzo de 2010

Cheques-escolares

Elección parental: cheques, escuelas públicas
experimentales y la Ley “Ningún Niño Dejado
Atrás” (No Child Left Behind).

Una recomendación habitual de los economistas ante
cualquier problema de asignación de recursos es la de
introducir competencia en el sistema. De hecho, uno de
los protagonistas de las reformas educativas aplicadas en
numerosos países ha sido la introducción (o, siendo más
precisos, la reintroducción) de proveedores privados de
educación, frecuentemente con una cierta financiación
pública. La idea es que ampliar el abanico de elección
permitiría a los padres una satisfacción más plena de sus
preferencias, aparte de ofrecer más incentivos a todos los
proveedores. Esto último es evidente en el caso del sector
privado, ya que corren el riesgo de perder clientes si su
calidad disminuye. Con todo, la esperanza era que los
colegios públicos reaccionasen también a la introducción
de competencia.
Uno de los instrumentos más aludidos para fomentar la
competencia y la elección de los padres en países como
Estados Unidos, donde la provisión privada de educación
es ya muy relevante, consiste en el pago por parte del
Gobierno a los colegios privados de una cantidad por
alumno. En principio (aunque esto varía en la práctica), los
colegios tienen libertad para cobrar honorarios adicionales,
de forma que el gasto público es una subvención. Esta
subvención puede venir sujeta a una evaluación de recursos
económicos, es decir, puede depender de la renta familiar,
ya que la idea es que la iniciativa beneficie en mayor
medida a los estudiantes de las clases más bajas, cuya única
opción, sin la subvención, es la asistencia a un colegio
público.
Existen algunos experimentos, o cuasi-experimentos, con
cheques escolares que nos permiten dilucidar si los efectos
beneficios previstos en la teoría se observan realmente en
la práctica. Angrist et al. (2002) estudian un experimento
natural. El Gobierno de Colombia ha aplicado un programa
de cheque escolar de larga duración que subvenciona
parcialmente la asistencia a colegios privados, para
estudiantes con un rendimiento escolar suficientemente
bueno. Como la demanda del programa resultó mucho
mayor que la oferta de subvenciones, se optó por racionar
aquélla a través de una lotería. La comparación entre
ganadores y perdedores en la lotería resulta, por tanto,
una buena estrategia de identificación de los efectos
del programa. Los citados autores observaron que los
ganadores en la lotería tenían una probabilidad de repetir
curso un 10% menor, así como una menor probabilidad
de estar trabajando (y, por tanto, de haber abandonado
el colegio). Para cerciorarse de que estos resultados se
traducen en un mejor rendimiento académico, los autores
aplicaron un test a una muestra de ganadores y perdedores,
obteniendo que la media de los ganadores superaba en 0,2
desviaciones típicas a la de los perdedores. El coste de la
subvención para las autoridades supuso 24 dólares más que
la provisión de una plaza en un colegio público. Así pues,
parece una actuación relativamente eficaz en términos de
coste.
Otro importante ensayo aleatorio con cheques escolares
tuvo lugar en Nueva York. Este ensayo consistió también
en una gratificación de 1.400 dólares a familias pobres (las
admitidas al comedor escolar). En este caso, la demanda
de gratificaciones fue también mucho mayor que la oferta
y el acceso a ellas tuvo que ser aleatorio. Los resultados
de este experimento no son muy prometedores. El efecto
sobre los estudiantes no afroamericanos es inexistente sin
lugar a dudas. En el caso de los alumnos afroamericanos,
Howell y Peterson (2002) obtuvieron un efecto positivo
y significativo. Sin embargo, Krueger y Zhu (2004)
encuentran que este efecto prácticamente desaparece
una vez incluidos los estudiantes que carecían de una
calificación previa de referencia, algo que es posible hacer
sin sesgar los resultados y mejorando la precisión, dada la
naturaleza aleatoria de la actuación.
Como mencionamos al comienzo de esta Sección, se
presume que el cheque escolar y otras formas de elección
educativa influyen en los colegios a través de un efecto
competitivo. Chakrabarti (2008) analiza el impacto de
un programa de cheque escolar sobre la competencia
entre colegios. En 1998, el programa de cheque escolar de
Milwaukee permitió por vez primera la participación de
colegios religiosos privados. Con posterioridad a ese año, se
produjo un considerable aumento del número de colegios
participantes. Un aspecto quizá de mayor importancia fue
que, hacia esa fecha, aumentó la pérdida de financiación de
los colegios públicos procedente del programa. Con datos
del periodo 1987 a 2002, y una estimación de tendencias
por el método de doble diferencia, el citado autor obtiene
que esos cambios han inducido una mejora de los colegios
públicos.
Un posible problema de los cheques escolares, que la
evidencia experimental no puede revelar, ya que por su
propia naturaleza afecta relativamente a pocos estudiantes,
es que los programas de cheque escolar a gran escala
podrían terminar ocasionando la segregación de los
estudiantes de rentas bajas en los colegios puramente
públicos, perjudicando así a los mismos alumnos a los
que se supone que debería ayudar más. Existe muy
poca evidencia directa a este respecto, aunque sí ciertos
estudios computacionales relevantes. Epple y Romano
(1998) muestran, en un modelo de equilibrio general
calibrado, que los cheques escolares pueden favorecer
a los estudiantes de alta capacidad y rentas bajas, pero
que, mediante segregación, podrían perjudicar al resto
de estudiantes pobres. Su modelo, sin embargo, no
permite la movilidad residencial. Nechyba (2000), por
otra parte, permite esa movilidad en su propio modelo,
calibrado para replicar el Estado de Nueva York. Este autor
muestra que, en realidad, la movilidad será importante en
presencia de programas de cheque escolar. Sus resultados
sugieren que el objetivo de estos programas deberían
ser los distritos con colegios públicos de baja calidad,
en lugar de los hogares pobres. Urquiola y Verhoogen
(2009) obtienen conclusiones parecidas en su análisis de
la experiencia chilena. Sus resultados también muestran
que, con la elección de colegio, podría haber características
diferentes a ambos lados de la discontinuidad cuando
tiene lugar la división de la clase en varias aulas a que
obliga la ley (45 alumnos en Chile), lo que sugiere que el
diseño de discontinuidad en la regresión podría no ofrecer
estimaciones insesgadas en contextos con un significativo
abanico de elección de colegio.
La primera ley firmada por George W. Bush tras acceder
a la presidencia de Estados Unidos fue una de las
pocas leyes bipartidistas de todo su mandato, la Ley de
Ningún Niño Dejado Atrás (NCLB). De hecho, el diseño
de partes significativas de esta ley había sido realizado
bajo la administración Clinton. Los dos aspectos más
sobresalientes de la ley eran su énfasis en la rendición
de cuentas de los colegios a través de exámenes
estandarizados, iniciativas basadas en la investigación y, lo
que es muy importante, información a los padres y elección
parental como base para la acción. Uno de los aspectos
más importantes de la ley era que los padres de alumnos
en colegios públicos deberían ser informados si la escuela
de sus hijos mostraba un pobre rendimiento (a través de
una serie de indicadores relevantes). Asimismo, se les
permitiría matricular a sus hijos en colegios ubicados en
áreas geográficas cercanas que, en circunstancias normales,
no les corresponderían por no vivir allí.

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