Una desbocada máquina reguladora genera una red crecientemente impenetrable de normas... 45.000 páginas de nuevos y complejos reglamentos al año. ¡Veintisiete organismos gubernamentales diferentes controlan la aplicación de unas 5.600 normas federales referidas sólo a la fabricación de acero! (Millares de normas adicionales se aplican a las labores de extracción, comercialización y transporte de la industria del acero.) Una destacada empresa farmacéutica, “Eli Lilly”, invierte más tiempo en cumplimentar impresos oficiales que en realizar investigaciones sobre el cáncer y las enfermedades cardíacas. Un solo informe dirigido por la Compañía petrolífera “Exxon” a la Agencia Federal de la Energía ocupa 445.000 páginas... ¡el equivalente a mil volúmenes!
Esta extraordinaria complejidad grava pesadamente la economía, mientras las espasmódicas reacciones de los decisores gubernamentales aumentan la dominante sensación de anarquía. El sistema político, zigzagueando erráticamente de día en día, complica en grado sumo la lucha de nuestras instituciones sociales básicas por la supervivencia. Y tampoco esta quiebra en el proceso de toma de decisiones es un fenómeno puramente americano. Los Gobiernos de Francia, Alemania, Japón y Gran Bretaña —por no hablar de Italia— manifiestan síntomas similares, al igual que los de las naciones industriales comunistas. Y en Japón, un Primer Ministro declara: “Cada vez oímos hablar más sobre la crisis mundial de la democracia. Su capacidad de resolver los problemas, o la llamada gobernabilidad de una democracia, está siendo desafiada. También en Japón se halla sometida a prueba la democracia parlamentaria.” En todos esos países, la maquinaria de toma de decisiones se halla cada vez más tensada, sobrecargada, anegada en datos irrelevantes y enfrentada con peligros desconocidos. Por tanto, lo que estamos viendo son decisores gubernamentales incapaces de tomar decisiones de alta prioridad (o tomándolas muy mal), al tiempo que se dedican frenéticamente a millares de otras menos importantes y, a menudo, triviales.
Incluso cuando, finalmente, se adoptan decisiones importantes, suelen llegar demasiado tarde y rara vez alcanzan los objetivos que se proponían. “Hemos resuelto todos los problemas con la legislación —dice un atareado legislador británico—. Hemos aprobado siete leyes contra la inflación. Hemos eliminado la injusticia numerosas veces. Hemos resuelto el problema ecológico. Todos los problemas han sido resueltos innumerables veces con la legislación. Pero el problema subsiste. La legislación no es eficaz.”
Alvin Toffler, La Tercera Ola
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